Isabel, Reina de corazones  

«El balance del reinado de Isabel II es bastante desconsolador: Una guerra civil. Dos revoluciones. Un número incontable de pronunciamientos. Tres atentados. Una guerra, a la que quiso dársele carácter de Cruzada, y la participación más sentimental que productiva en otra guerra, que también quiso ser santa. Cuarenta ministerios desfilaron por el poder, sin que ninguno consiguiera satisfacer plenamente a los españoles.

El balance de la vida privada de Isabel II es aún más desastroso: una infancia solitaria, influida por diferentes tendencias que no favorecían su educación. Un matrimonio impuesto por razón de Estado, que no pudo resultar más desacertado. Diez hijos. Un desfile interminable de favoritos, que dañaron su reputación y vaciaron sus arcas. Un sexo ardiente y un corazón tierno. Una generosidad a toda prueba. Creyente de verdad y practicante, en cuanto al cumplimiento de sus deberes religiosos, se dejó en alguna parte lo referente al sexto mandamiento.»

Dolores Medio «Isabel II de España» (biografía)

 

El autor habla de la obra

Siempre me apasionó lo que sabemos —y aún más imaginar lo posible, lo que ignoramos pero que pudo ocurrir— en el poco conocido hecho histórico de los varios encuentros que tuvieron en París dos personajes tan diametralmente distintos como el tímido, introvertido y poco hablador Benito Pérez Galdós y la desbordante, apasionada y apasionante Isabel II.

Desde que supe de la existencia de aquellos encuentros en el Palacio de Castilla de París, leyendo las Memorias de Pérez Galdós, empecé a imaginar más allá de lo contado por el novelista —siempre tan parco en hacer confidencias íntimas— cómo pudieron ser aquellas entrevistas entre un hombre y una mujer que representaban dos mundos tan contrapuestos: la monarquía y la república, la derecha y la izquierda.

Puesto que Benito Pérez Galdós nos dejó escrito su punto de vista yo he querido verlo todo desde el recuerdo de Isabel II, incluso con las trampas, cuidadosamente entrelazadas, que a todos nos tiende siempre lo que recordamos, tanto en los hechos, rostros y tiempos, como en las mezclas de los mismos.

Pocos personajes históricos han sido tan traídos y llevados, y siempre para vilipendiarla, como el de esta reina. Yo no he elegido este camino. Más aún: he elegido el contrario, aunque sin ocultar nada. Era mi derecho como escritor independiente. Y mi responsabilidad.

No quiero terminar estas líneas sin decirlo claramente: Mi «Isabel, reina de corazones» nació ya de un intento de concordia, comprensión y acercamiento a unos hechos y unos personajes, pero a medida que los iba conociendo mejor se fue apoderando de mí una inmensa ternura hacia todos los componentes del drama; pero, sobre todo, hacia el personaje de Isabel II cuya punzante nostalgia por España y por Madrid tan bien comprendíamos Nati Mistral y yo cuando —ambos residentes en nuestro entrañable México, y por encargo del entusiasta Juanjo Seoane— comenzamos a soñar en esta «Isabel, reina de corazones».

Ojalá les haga reír y llorar tanto como a nosotros, desde el otro lado del mar.

Ricardo López Aranda

 

Este texto fue editado en el programa de mano de la representación de la obra en el Teatro de la Comedia de Madrid en 1983.